El plano intermedio o el plano astral representa la existencia de un lugar sutil más allá de la carne y de la materialidad, en donde lo físico está regido por la razón investida de una polaridad masculina, que desde tiempos remotos ha convertido la existencia del plano invisible-absoluto, en un plano meramente privado, personal y silencioso, ubicando así al plano astral o intermedio en una posición femenina, también inferiorizada, paralela al silenciamiento de las mujeres en la mal llamada “santa inquisición”. Ese evento no solo arremetió hacía el cuerpo físico de las mujeres, sino también hacía todo lo que pudiera representar su impulso energético a nivel astral en el plano intermedio. Es decir, lo opuesto al impulso masculino o de la razón (corazón, útero, emociones, contemplación, energía femenina, mujer y naturaleza) que radica en las emociones, en lo sutil y en lo salvaje.
Sin embargo, no por esta apuesta reduccionista el plano astral o intermedio dejó de existir…
El plano intermedio quedó relegado al plano de la superstición, donde toda conexión con el mundo de los
muertos, los elementales, las tulpas – egrégores o entidades creadas en los procesos humanos de pensamiento, ángeles, demonios, almas residuales, parásitos energéticos, almas errantes etc – fuera delegada al «camino izquierdo», en el cual el libre albedrío no es obstáculo para la voluntad y el deseo de quien manipule la energía y los impulsos por encima de la dignidad de otros.
No obstante, el poder de los arquetipos femeninos son de vital importancia en la intermediación entre el plano intermedio y el plano celestial o trascendental, donde seres elevados como la Virgen María, desde la tradición católica y Artemisa desde la tradición griega, cumplen un rol de acompañantes y guías que emanan luz y compasión a los seres queridos fallecidos que se encuentran en el plano intermedio, atravesando en umbral de su propia experiencia en la tierra, a través de su cuerpo psíquico astral, en donde se almacenan memorias propias y de sus ancestros. Traumas y apegos, en un cuerpo emocional y del deseo, en donde la consciencia es dirigida por las pasiones, los complejos y los impulsos de pensamiento que dan forma en el plano astral.
Allí el alma tiene la difícil prueba de verse a sí misma, en el gran cuarto de los espejos, en una surte de revisión de aprendizajes convertidos en paisajes oníricos, que tejen emociones y pensamientos, en un tiempo del “no tiempo” en donde el alma vive un periodo de transición, prueba y revelación. Y así buscando reconocer los apegos, el alma
aprende a liberarse de ellos; dando lugar a una consciencia en otra forma después de la muerte, que nos convoca a responsabilizarnos de nuestras emociones como un campo de unión, en donde el plano intermedio se convierte en puente de comunicación con el Gran Espíritu o Dios.
En un plano que fácilmente puede ser confundido con el plano espiritual o celestial, pero que en realidad los seres y creaturas que moran allí, no son del todo espirituales sino psíquicos.
De allí la necesidad tanto de separar el cuerpo astral del cuerpo físico a través de los sueños y del mundo onírico, el éxtasis místico, el trance chamánico, o el acceso a nuestros propios registros akáshicos (registros del alma) antes de que llegue nuestro momento de morir. Como una manera de encontrarnos a sí mismo en el astral, como una fase
“preparatoria” que nos dejará iluminar emocionalmente todo aquello que se encuentra en la sombra de nuestros traumas de infancia y deseos reprimidos, para también ser abordados adecuadamente en un acompañamiento psicoespiritual que posibilite integrar las revelaciones y los aprendizajes de aquella experiencia, en la manera en la que se está viviendo esta experiencia espiritual en la tierra.
En la tradición cristiana, la Virgen María es venerada como la Madre de Dios y Reina del Cielo. Su papel trasciende lo terrenal, posicionándola como una intercesora celestial que guía y consuela a las almas en su camino hacia la luz. Se cree que en el plano astral, María actúa como una madre cósmica, abrazando a las almas con su amor incondicional y ayudándolas a superar las sombras del purgatorio. Según relatos místicos, como los de María Simma y el Padre Pío, la Virgen visita el purgatorio, llevando consigo a las almas hacia la salvación a través de oraciones y misas ofrecidas en la Tierra .
Además, en el esoterismo, la figura de María es vista como la «Madre del Mundo» un principio cósmico que representa la energía femenina universal. Esta energía actúa como un canal de luz y sanación, ayudando a las almas a encontrar su camino hacia la paz y la armonía
Artemisa, en la mitología griega, es la diosa de la caza, la naturaleza y la luna. Su conexión con la luna la vincula con los aspectos sutiles y misteriosos del universo, incluyendo el plano astral. Como protectora de las almas errantes, Artemisa ofrece refugio y guía a aquellas que se encuentran perdidas o atrapadas en dimensiones intermedias. Su luz lunar simboliza la claridad en la oscuridad, iluminando el camino para que las almas encuentren
su destino final.
En las tradiciones esotéricas, Artemisa es considerada una guardiana de los umbrales, ayudando a las almas a transitar entre los mundos con seguridad y propósito. Su energía femenina y su conexión con la naturaleza la convierten en una figura ideal para asistir en el proceso de liberación y ascensión espiritual.
En la tradición judía, particularmente en la Cábala, la Shekhiná representa la manifestación femenina de la presencia divina. Considerada la décima sefirá del Árbol de la Vida, la Shekhiná es vista como la «hija de Dios» y la «reina del mundo", encargada de
recibir y reflejar la luz divina hacia el mundo material. Su función es esencial en el proceso de Tikkun (rectificación), ayudando a restaurar el equilibrio cósmico y guiando a las almas hacia la armonía espiritual.
En diversas culturas chamánicas, la figura femenina es venerada como guardiana de los umbrales entre los mundos. Las chamanas, a través de rituales y ceremonias, actúan como intermediarias entre el mundo físico y el espiritual, guiando a las almas en su tránsito por el plano astral. Su conexión con la naturaleza y los ciclos lunares les otorga un sensibilidad especial para percibir y sanar las energías sutiles, facilitando el proceso de liberación y ascensión de las almas perdidas o en tránsito.
Por lo que la energía femenina en el plano astral cumple diversas funciones esenciales para la evolución de las almas en el plano astral que corresponden a:
Guía y protección: Actúa como luz que orienta a las almas en su camino hacia la paz y la armonía espiritual.
Sanación emocional: Facilita la liberación de traumas y bloqueos emocionales, promoviendo la sanación integral del ser.
Restauración del equilibrio: Contribuye a la armonización de las energías masculinas y femeninas, restaurando el equilibrio cósmico y personal.
Transición consciente: Acompaña a las almas en su tránsito entre dimensiones, asegurando una transición pacífica y consciente hacia su destino final.
En un mundo que a menudo prioriza lo material y lo racional, es imperativo reconocer y honrar la energía femenina en todas sus manifestaciones. Reconectar con esta energía nos permite alcanzar un estado de equilibrio y armonía, promoviendo relaciones más profundas, potenciando la creatividad, desarrollando la intuición y la conexión
espiritual.
Al honrar a las mujeres, a la naturaleza y a la energía femenina en el plano astral, no
solo enriquecemos nuestra comprensión espiritual, sino que también contribuimos a un mundo más equilibrado, compasivo y conectado con lo divino.