En la astrología tradicional, la Luna ocupa un lugar importantísimo como símbolo de lo femenino, lo receptivo y, en especial, como arquetipo universal de la maternidad, desde entonces y debido a sus características se le ha vinculado con la gestación, el cuidado y la nutrición emocional. De aquí que el concepto de ‘mamá’ sea tan trascendental para cada uno, pues no solo nos habla de nuestra relación con la persona que nos maternó sino con nuestro sistema emocional y por supuesto con nuestro concepto de maternidad.
Sin embargo, en esta oportunidad quiero que hablemos de los caídos y exiliados de la luna -literalmente-: por un lado a los nativos con Lunas retadoras como Capricornio (Luna en exilio por ser el signo opuesto a Cáncer -el signo regido por la Luna), o Escorpio (en caída por ser el signo opuesto a Tauro el signo donde se exalta la Luna) y en general a los hijos que simplemente sienten que su mamá no fue nunca una, a esos que la palabra Mamá les hace doler el corazón.
La razón es simple: estamos en este planeta intentando hacer lo mejor que podemos, somos lo que el universo nos entregó al momento de nacer, y sí, también somos nuestras emociones más profundas, todas ellas son importantes, lo que sucede allá en el corazón es importante. La astrología de tu Luna Natal es importante.
En el mes de las madres, he pensado que lo justo es redimirnos, entendernos y abrazarnos, porque en cada posición compleja o en cada decisión asociada a este aspecto de nuestra vida la Luna está aquí para decirnos: Yo te entiendo.
Apelo a mi Nodo Sur en Cáncer -y casa 12- que ya de muchas formas me ha dicho que en otras vidas lo di todo por mis hijos, también a mi propia experiencia de una Luna y Marte en Aries más una casa 4 en Escorpio que -en general- me han llevado a transformar profundamente mi concepto de individualidad, maternidad y familia.
Lo hago con mucho respeto, con la intención de que hoy le demos espacio a un tema que no es fácil y que lo hagamos por medio de esta carta que espero nos ayude a poner en palabras esas emociones, porque no hay otra forma de sanar la Luna que sintiéndola, escuchándola y dándole lo que necesita.
A los hijos que mamá no cuidó…
Yo te entiendo, Mamá es una palabra que a veces duele. Sí, porque aunque mamá hizo lo que pudo, a veces estuvo ausente, es una herida difícil de sanar, te empujó a ser tan jodidamente independiente que perdiste de vista las palabras “cuídame”, “ayúdame” y “quiéreme”.
Mamá no siempre fue cercana, quizá se perdió tus primeros pasos, tus grandes logros, tus momentos guardados en la carpeta “Mamá te amo”. No la viste mientras bailabas en esa tarima o quizá estaba muy ocupada para levantarte de ese raspón que te sacó sangre.
Seguramente te quedaste viendo a ese compañero al que una mamá sí tomaba de la mano mientras le enseñaba a sentir el mundo.
Lo obvio para los hijos que mamá no cuidó es que se vuelve fácil perderse en las emociones: o las vives intensamente hasta que te destruyen o simplemente vas por la vida siendo inamovible, no hay término medio.
En los días más callados esperas un abrazo y cuando se pone difícil la adultez, quisieras no sentir tanta ausencia; de vez en cuando recuerdas que la infancia no es un lugar seguro y te prometes que la nostalgia no te define.
Al hijo que mamá no cuidó, de vez en cuando le atropella el hambre, se traga las emociones y olvida cuándo es suficiente.
En medio de la noche, en las Lunas más difíciles, se arrulla a sí mismo. Porque el hijo que mamá no cuidó: aprendió a ser sin ayuda de nadie, a decirse a sí mismo que sí puede. Adquirió, sin saberlo,el don de transformar el cuidado en amor propio. Y eso, LO HACE SUFICIENTE.
Al hijo que mamá no cuidó, no le hace falta NADA, porque desde siempre ha aprendido a serlo TODO.